Rap y hip-hop, otra cosa más arruinada por la cultura pop

El rap y el hip-hop, históricamente, han sido criticados por la clase media-alta y blanca de la sociedad por la violencia de sus letras y de quienes las escriben, dicen que incitan a la violencia y pueden volver a los jóvenes más propensos a cometer crímenes. Estas críticas no se limitan solamente a la sociedad estadounidense, en México es muy común estereotipar a quienes escuchan estos géneros musicales, llamándolos “cholos” y “malandros”, juzgándolos por su apariencia y tachándolos de delincuentes. Es difícil para mí olvidar el meme que decía “Yo pongo Cartel de Santa a todo volumen en mi casa para que, así, si quieren entrar a robar, crean que yo también soy ladrón peligroso.”

Muchas veces esta violencia en las canciones y la vida de sus intérpretes, es la que le da credibilidad al rapero y sus letras. Si no le han disparado, si no ha matado a alguien, si nunca vio a alguien morir, si no fue pobre, si no sufrió violencia o no creció en una zona marginal, ghetto o in the hood, no puede ser un rapero real, no es auténtico, es sólo comercial.

Esta creencia tiene una razón histórica, que se debe a cómo surgieron ambos géneros musicales. El rap y el hip-hop no pueden ser entendidos fuera del contexto social en el que nacieron, ya que aparecen junto con una generación de afroamericanos, pertenecientes a la clase trabajadora, que viven en situaciones precarias en zonas marginales de los Estados Unidos.

Estos géneros fueron producto del desarrollo de la tradición oral africana, en la cual se hablaba de los problemas sociales, para no olvidarlos. En África existe el concepto de nommo: la creencia de que las palabras son mágicas. Se cree que, por medio de ellas, el hombre puede tener poderes sobre las cosas, incluso se cree que las medicinas no funcionan si no se usan las palabras correctas junto con las mismas.

Las palabras siempre han sido esenciales en la cultura africana. En Nueva Orleans existía un lugar llamado Congo Square, donde los esclavos se juntaban a relajarse, hablar y compartir un rato. Al preservar la tradición oral africana, los esclavos mantenían vivas las memorias de sus épocas de libertad. Eventualmente los esclavistas acabaron con el lugar, por miedo a que los esclavos se estuvieran organizando en su contra, desde ese entonces, han existido en las diferentes generaciones, lugares y situaciones en donde la gente se ha reunido para hablar. De igual forma, en estos se ha engendrado una fuerte preocupación sobre qué es lo que se dice sobre ellas. Hablar de los problemas sirvió como una forma de resistencia a los sistemas opresores y esclavistas, buscaba darle una voz a quienes, durante esta época despótica, no la tenían y para quienes después, no estaban suficientemente representados por los gobiernos, los medios y la vida en general.

La tradición oral fue la base de la poesía y literatura afroamericana y abarca, de igual forma, la vida religiosa de la comunidad. Las congregaciones afroamericanas tienen una forma hablada de llevar misa, basada en preguntas y respuestas. La música y la voz son características esenciales de la vida religiosa también, son espacios en los que se pueden vocalizar los problemas de las comunidades con gente que pasa por lo mismo y sufre los mismos problemas. Muchos de los líderes prominentes de la comunidad afroamericana fueron predicadores, como Martin Luther King Jr. y Malcolm X. A demás, el rap y el hip-hop tienen un componente musical importantísimo, ya que su ritmo deriva de otros géneros como el gospel, reggae, soul y jazz.

El rap y el hip-hop, en sus inicios, fueron una herramienta para que un grupo minoritario pudiera expresar los problemas por los que pasaba. Han servido como una plataforma para tratar temas políticos, económicos y sociales graves. Se denuncian las conductas violentas, misóginas y de pobreza en las que vive una parte de nuestra sociedad. Russel Simmons, el mogul del rap, comentó en una entrevista que la función del hip-hop es “darle una voz a las personas que, de otra forma, no la tendrían.”

El senador Joseph Lieberman, un gringo blanco republicano como cualquiera, criticó fuertemente al rap, diciendo que incitaba a los jóvenes a la violencia, creencia común entre las clases altas y blancas de la sociedad. Pero lo que estas personas están criticando son las consecuencias, no en las causas. Si el rap parece ser violento, es por sus orígenes. El rap no hace violentos a los jóvenes, sino que es un reflejo de la violencia constante en la cual los raperos vivían. Para muchos artistas, rapear de armas, drogas y violencia es un reflejo de la vida diaria en la que crecieron y de un problema existente en las zonas más marginadas y vulnerables. Una vida peligrosa, violenta, llena de problemas familiares, drogas y una falta de educación. Las armas y las drogas son un tema recurrente en las canciones ya que, para muchos jóvenes que viven en situaciones deplorables en los ghettos, tener una pistola los empodera y los hace ganar respeto dentro de sus comunidades; los ayuda a defenderse de un ciclo de violencia constante.

Para los años ochenta, el hip-hop se había vuelto un negocio. El periodista Christopher John Farley dijo que mientras aumentó la popularidad del rap y el hip-hop en la población, se perdió la fuerza política del género. Antes los artistas atacaban el racismo, la violencia, la brutalidad de la policía, los problemas de vivir en una zona marginada y de la falta de representación; ahora hablan de temas muy distintos.

Hoy en día se rapea de ser rico, comprar marcas de ropa finas, coches y Hennessy. Se habla de como ser the baddest bitch, de que no se deben meter contigo, de Louboutins, de hacer que llueva el dinero y se olvidaron los temas de clase, el racismo, la violencia hacia las minorías, la fuerza política, la crítica a los sistemas opresores, los valores familiares, el respeto a tus raíces y las cosas que importaban dentro de las comunidades, de los temas de los que nadie hablaba. Muchos raperos olvidaron su pasado al estar en una posición de poder y empezaron a darle importancia a nuevas cosas.

En 1998, por primera vez el hip-hop destronó a la música country de los primeros lugares en los tops de música, y desde ese entonces ha estado siempre presente en los primeros lugares. Según la revista Time el 70% de los álbumes de hip-hop hoy en día, son comprados por blancos. Los suburbios americanos se han vuelto el mejor mercado para el rap. Sin embargo, esto sólo se debe a que el género se ha vuelto mainstream, no porque los blancos puedan identificarse con las letras. John Farley dijo que “El hip-hop, como cualquier otra forma de resistencia en el mundo, prefirió empezar a vender comida rápida, refrescos y licor.” Esto no debe extrañarnos, las ideas revolucionarias tienden a ser calladas y matizadas. No es ningún error que raperos como Public Enemy y X-Clan desaparecieran y se olvidaran cuando pretendieron retomar los temas importantes para la comunidad afroamericana y fueran sustituidos por raperos que promueven la vida de millonarios, the players, pimps and gangstas.

Quedan pocos raperos que hablan de los problemas de sus comunidades y de los problemas de nuestro mundo en general, no podemos generalizar y dejar fuera a grandes exponentes del rap que aún se preocupan por usar sus letras para hablar de problemáticas sociales (saludos a Kendrick y a Babo). Pero debemos recordar que la música, por sus alcances, puede ser un unificador social y debe ser utilizada, en la medida de lo posible, para esto.

La cultura pop ha arruinado mucho, y entre esas cosas, una de las herramientas más poderosas de expresión artística. Escuchar una canción de rap hoy, no implica tratar la problemática social, resistirse a las malas condiciones o pretender perpetuar una tradición. Escuchar rap hoy es igual que comer McDonalds, un intento triste, procesado y super producido de lo que alguna vez fue algo puro. A pesar de eso, no debemos olvidar que siempre habrá gente muy preocupada de lo que se está diciendo detrás del micrófono porque, la música, sigue siendo una de las herramientas sociales más poderosas.