Olvido de una balada, una balada de compositor,
por él escrita por ella tocada.
Un año para que la balada debiese ser sonada.
Pasadas trece lunas llenas,
violinista sufre del sopor, o más bien;
hartazgo de una espera,
dispuesta estaba para tocar-bailar al son del creador.
Empero, dicho año
sólo ha traído empaño.
Violinista quería que sonase lisonjera,
aquella pieza de buena verba,
sin embargo; compositor no la entregó
porque no la creía certera.
Misteriosa en su actuar,
no es un pesar ligero
que desconocido sea
su sonido verdadero.
Tiempo actual y él cavila
— Ella ahora paréceme superba,
sí le entrego la partitura violinista
lo reconsiderará con piedad acerba—.
Un sufrir cuál infierno dantesco al compositor destroza
y ella osa a quedarse la locura,
y porque la razón sobra
es un amor falto de bravura.
Al pasado mal se intenta no volver, ni oír, ni sentir.
Al creador aún le sobra tesón,
le sobran piezas,
empero ninguna suena
cual la balada del perdón.
El pasado siempre es glorificado,
sólo lo recordado.
Trece lunas llenas más,
Los conciertos terminaron ovacionando
aquella pieza de belleza y tristeza.
Trece lunas llenas más,
con un pasado maltrecho,
un presente incierto y un futuro escrito por dos:
un compositor y una intérprete.
¡Acongojados por besos y sueños,
acongojados, acongojados!