Catorce de febrero: Día de los Enamorados. Aunque a los que no sienten esa extraña, pero increíble sensación de amor, les gusta llamarlo el Día del Amor y la Amistad. Le agregan ese componente llamado amistad para recordarnos a todos que también hay espacio en el corazón para los amigos, pero eso es cosa de otra historia.

Hoy es el Día de San Valentín. Hoy el mundo celebra el amor y yo, aquí sin ti, en silencio, cabeza baja y pensativo. En esta ocasión no seré parte del día festivo. De las salidas al cine, los paseos por el parque, los mariachis cantando a todo pulmón, las cenas románticas, los pétalos de rosa en la cama. Hoy yo festejo otra cosa: yo festejo amarte.

No habrá rosas, ni cartas, ni vino, ni sorpresas. Mis brazos estarán vacíos y mis manos huecas, pero mi corazón estará lleno de ti. Hoy la luna me mirará y las estrellas me escucharán, estarán atentas a lo que tengo que contarles, nuestras historias, nuestras anécdotas; les volveré a hablar de nosotros, así como hace meses lo hacía poco después de tu partida.

Hoy es el Día de San Valentín y no me queda nada más que sonreírles a los recuerdos. Probablemente me emborrache recordando tus besos. Hoy te traeré de vuelta a mí en alguna melodía y así todas las canciones tristes tendrán sentido. Tal vez hasta llegue a cantar a todo pulmón. No lo sé, me asomaré al balcón para sentir el aire fresco y el frío de la noche, tal vez te reconozca bajo la silueta de alguien que cruza mi calle.

Hoy es el Día de San Valentín y estoy nervioso, nervioso de girar la cabeza pensando que escuché tu voz y darme cuenta de que solo es otro sonido pasajero e ilusorio. Probablemente mire el teléfono más que de costumbre, sin saber sinceramente qué esperar. El recuerdo de tu nombre será la etiqueta de la noche.

Hoy y al igual que cada día de cada uno de estos meses de ausencia, tú ocuparás mis pensamientos. Hoy en este Día de San Valentín, mientras las calles, los cines y los restaurantes estén llenos, mientras el mundo entero celebra el amor, yo celebro amarte.