Escribí tu nombre tantas veces que ya no parece correcto, me enamore de tu esencia más ocasiones de las que puedo contar sin que me duela el alma. Corrí tras de ti tanto tiempo que mis piernas ya no sienten los pasos, te amé el tiempo en que mis sentidos se derretían bajo tu sonrisa, te amé.

¿Cómo puedo dejarte ir? ¿Cómo le digo a mis sueños que dejen de reproducir tu risa? ¿Cómo le digo a mi alma que deje de buscarte? ¿Cómo me hago entender que debo dejar de extrañarte?

En las mañanas cuando miro el amanecer con mi taza de café en mano, me pregunto ¿Te amaba o amaba la idea que formé de ti? Porque no le veo salida a tus brazos que me siguen sujetando, no puedo dejar de pensar que tal vez la culpa fue mía, por situar expectativas que esperaba que cumplieras. No las cumpliste, por eso te amaba… creo ¿o es que acaso estaba tan cegado por ti que me conforme con tu solo respirar? Dejé de lado a mis amigos, mis hobbies, mi tiempo, para pasarlo a tu lado, lo demás no importaba porque nos amamos, lo sé.

Pero ahora veo que la idea que me forme de ti se fue derrumbando, esa noche en que el mundo que creé con tu nombre se desmoronó, la luz me ilumino, deje la ceguera y acepte lo que no quería ver. Nos amamos, pero no era suficiente, no era puro, dejó de calentar nuestros cuerpos y se volvió frío, oscuro y penetrante. Reconozco que no es tu culpa, la culpa fue mía por dejarme idealizar por un amor que tenía en manos, pero no en el corazón. Tener una idea ennoblecida de nosotros lo hacía más fácil, que bueno que no permanecí eternamente cegado, porque te amo y por eso quiero que seas feliz sin mí, no estábamos destinados a ser, pero sí a encontrarnos. Dejaré de extrañarte y a partir de hoy solo serás tú, sin mundos idealizados que se crean en mi mente, solo tu esencia como siempre debió ser.