Amenazas Externas

Veo colores difusos, borrosos tan borrosos como un porvenir incierto. ¡Qué cosa más incierta que el miedo! Y temo…

Un corazón se agita, las imágenes borrosas son agresivas: me toman del pelo, me obligan a tragar, me obligan a abrir las piernas, las imágenes ofuscas son azules, verdes, viscosas, carnes; unas manos tocan mis senos sin permiso, esas y otras manos, otros labios y otras lenguas se adhieren como ventosas. Uno o dos miembros se imponen ante mí, ante mi débil oposición, ante el mundo entero. Un corazón se agita, el mío.

Sueño y temo, aborrezco, me siento indefensa. Me ataca el frío, recorro mis sábanas; probablemente dejé las ventanas abiertas. Despierto.

Me encuentro mojada por el sudor, miro a mi alrededor: las ventanas abiertas, mi cobija en el suelo, la oscuridad impera. Debo pararme, pero no quiero hacer ruido, él debe creer que sigo dormida, de lo contrario;  vendrá, temo a que venga.

Estoy sentada, escucho mi respiración lenta, silenciosa, cadavérica, dudo que él la escuche. Me paro y doy un paso… nada, no se oyó. Me aventuro a dar otro y otro. Hay un olor desagradable. Sigo avanzando, mi pie derecho toca algo viscoso, no me importa, ya casi puedo tocar la ventana. Siento mi cobija con el pie izquierdo, de regreso la recojo. Dos pasos más, finalmente llego, me parece superba la imagen ante mis ojos: la ciudad y toda la cultura arraigada en sus individuos, formados por la misma. La realidad contrastante es amarga: ellos me desconocen , soy yo, una violada, una de millones. Cierro la ventana con la mayor sutileza. Voy de regreso, uno, dos, otra vez he logrado escabullirme ante el terror. Me detengo donde mi cobija está, la agarro y aviento hacia mi cama. Cae en el buró. ¡Carajo! Mi celular cae del buró. ¡Pendeja, pendeja, pendeja!

[…] Pasos, suben la escalera. Una caminata o alucino, estoy detenida, congelada frente a mi cama, escucho atenta, pasos que se siguen por debajo, pasos que resuenan cual rumores pegajosos. Veo, no veo nada moverse, escucho ya no sé qué. Resuelvo fingir que duermo, si él llega igual y me encuentra lo suficientemente dormida como para no sentir nada.

Doy una zancada, me meto rápido bajo el resguardo de mi cobija, Mi cobija, mi manto de invisibilidad está pegajosa a la altura de mi vientre. Me cubro de igual manera.

Algún susurro se hace presente, noto un movimiento casi imperceptible, seguro es una pesadilla olorosa y  pegajosa. Sueño, veo imágenes que me preguntan por una debilidad y no sé qué responderles. Dichas imágenes, representan algo, hablan en otro idiomano comprendo qué quiere. Me sigue preguntando, quiere saber algo de mi ciudad. Me amedrenta el sueño, dicha imagen cobra una figura: parece un pulpo. Se abalanza sobre mí con sus tentáculos. — Una pesadilla más…—. La sensación regresa, pero no hay imágenes y sigo sola, me siento insegura, ni dormida puedo estar en paz. Ahora lo veo más claro, y entiendo lo que quiere, es un ente inteligente, quiere parte de nuestra humanidad destruida. —Las preguntas siguen, ¿por qué quiere destruirnos? ¿Es una invasión? Creo haber perdido la cordura —. El sueño está muy próximo.

La puerta se abre.

No respiro, algo me lo impide. No encuentro razón alguna. Pataleo varias veces, de pronto estoy sujeta hasta los pies. Es viscoso, es fuerte, no me puedo mover. El frío es incalculable. No quiero abrir los ojos, no los quiero ver. Mi cuerpo es recorrido, pies, piernas, abdomen, todo es sujetado. Chupan mi piel, pero no son bocas, no se sienten como tal, no sé qué sea.

¡Es una invasión!

Nos van a invadir del mismo modo que invaden mi cuerpo.

Abro los ojos, veo los tentáculos surcando mi sexo, mis piernas, estos succionan algo…mi identidad. Volteo para verlo, tiene agujeros negros por ojos, es una perdición total.

Es una pesadilla, cierro los ojos, con todo el esfuerzo, ignoro las sensaciones sobre mi cuerpo.          Desaparecen.

Siento frío, creo que dejé la ventana abierta, abro los ojos. Veo, mi cuarto, mi cobija, estoy sola. Me paro a cerrar la ventana. Un último vistazo al panorama, una ciudad que arde, sobre la cual flota un objeto, parece una nave espacial. La cierro está  glutinosa y huele feo, el sueño me hace alucinar. Me acuesto viendo el panorama, no alucino, es verdadero. Lloro, parpadeo y aparecen de nuevo las sensaciones, los tentáculos sobre mí, el hedor, el hastío. Dos agujeros negros me ven. No sólo un corazón se agita, sino el de todos.