You Are Fake News

Si hiciéramos una lista de todas las cosas que la campaña presidencial de Donald Trump nos dejó es probable que nunca terminaríamos. No obstante, uno de los términos más populares en este último año fue el surgimiento en el mainstream media del término fake news. Si bien el presidente Trump no fue el primero en utilizar el término, la utilización constante del concepto y las discusiones que generó llevaron al diccionario de Oxford a declarar la posverdad como la palabra del 2016. Más allá de los tweets, las declaraciones de Kellyanne Conway y los sketches de Saturday Night Live, las fake news han marcado y reconfigurado el sistema en el que vivimos.

Si bien las noticias falsas y la desinformación que conllevan siempre han existido, después de la Ilustración el interés de la humanidad en conocer el mundo y determinar verdades certeras y medibles fue vital para el avance de la ciencia y la consolidación del sistema democrático. El avance de la tecnología trajo consigo la mejora en la vida de cientos de personas. Pronto la verdad y la necesidad de tener información confiable y verificable se volvió indispensable en todas las esferas de la vida pública. Este modelo se sostuvo hasta hace unos años donde repentinamente cambió.

Definir en qué momento las fake news tomaron fuerza y comenzaron a incidir en la agenda pública es complicado. Lo que es un hecho es que el surgimiento y auge del internet desempeñó un papel clave en la expansión y consolidación de la era de la posverdad. El internet trajo consigo la democratización de la información y la creación de contenidos rompiendo el monopolio de la información que recaía en un grupo reducido de actores. Esta apertura trajo consigo la oportunidad de acercarnos con más personas que compartían una visión del mundo afín a la nuestra y la oportunidad de escuchar opiniones distintas; no obstante, este exceso de información tuvo como efecto secundario que comenzáramos a cuestionar si existía una verdad objetiva. Y así frente a la inmensa ola de información, los curadores de la misma, aquellos encargados de verificar y garantizar los contenidos pronto fueron reemplazados por algoritmos. La apuesta por los códigos frente al criterio del hombre y nuestra obsesión por eliminar cualquier tipo de sesgo pronto nos llevó a una paradoja donde más información nos dio como resultado menos democratización.

Si bien el escepticismo frente a la verdad fue inevitable con el avance de las ciencias sociales y el surgimiento de cientos de teorías que buscaban explicar el mundo en el que vivimos, la posibilidad de que no haya una verdad objetiva comenzó a ganar peso dentro la agenda pública.

Solo era una cuestión de tiempo para que se trasladara a la esfera política y terminara reconfigurando nuestro mundo. El primer caso fundamental lo presenciamos con el Brexit donde los promotores de la salida del Reino Unido de la Unión Europea diseñaron una campaña con base en información tergiversada y falsa con el objetivo de construir una narrativa que invocara los miedos más primitivos en las personas como el desplazamiento laboral, la inseguridad y la pobreza. Los análisis postmortem de la elección revelaron que la mayoría de los ciudadanos que votaron lo hicieron con poca información sobre lo que la salida de Reino Unido implicaba para sus vidas. Meses después el mundo presenció el mismo fenómeno en la elección presidencial de Estados Unidos.

Donald Trump, el candidato que se convirtió en presidente es producto de las fake news. Su triunfo en la campaña presidencial del 2016 fue logrado parcialmente por la difusión masiva de noticias falsas por parte de operadores rusos a través de redes sociales. El ataque del presidente a los medios y el uso por parte de su gabinete de expresiones como “alternative facts” han activado las primeras señales de alerta sobre el ataque al que la verdad está siendo sometida. La alusión a las fake news y a los hechos alternativos en la presidencia estadounidense resulta preocupante por los efectos que puede tener en el sistema político. La línea narrativa que busca cuestionar cualquier sentido de verdad y construir una realidad alterna es un mensaje que ha sido utilizado con frecuencia en distintas tiranías alrededor del mundo. Como escribió el profesor de Yale, Timothy Snyder, en su libro, On Tyranny. To abandon facts is to abandon freedom. If nothing is true, then no one can criticize power, because there is no basis upon which to do so.”  Si bien hasta ahora distintos medios de comunicación han enfrentado a la administración de Trump y su falta de apego a la verdad, es un hecho innegable que su presidencia ha sido exitosa en sembrar la duda dentro de los ciudadanos, enfrascando a los medios en un modelo periodístico basado en las filtraciones, los escándalos y las suposiciones en lugar de la información verificable.

Finalmente, si bien el panorama puede parecer desolador, la realidad es que existe una variedad de cosas que se pueden hacer para combatir la invasión de las fake news. En un nivel sistémico, la elección presidencial de Estados Unidos ha desatado un debate entre los creadores de Facebook, Twitter y otras plataformas para desarrollar algoritmos que puedan identificar y detener el esparcimiento de noticias falsas. De la misma forma, los medios de comunicación frente a los ataques de distintos actores políticos (que buscan presentar narrativas con verdades a medias) han salido a exhibir las mentiras. Estas acciones entre muchas otras nos han recordado la importancia de defender la verdad ante todo. No obstante, esto no es suficiente, combatir las fake news en la era de la posverdad implica replantear nuestra concepción de la realidad y partir de un punto donde todos concordemos que hay verdades innegables. Como establece Michael Patrick Lynch, hay que atrevernos a encontrar un lugar común donde las diferencias no sean los elementos que definan nuestra forma de percibir la realidad. La tarea recae en que estemos seguros que el mundo es mejor cuando la verdad existe.