Se llamaría ficción científica

A crear infiernos con los ojos cerrados,

a maravillarse, comprándolo,

a encontrar analogías, lejanas y no propias;

mas Mictlán es aquí

y Carpentier nos levantó

(romántico pero atinado):

«nosotros, ensueño».

¿Qué pasó?

 

«Mitólogos burócratas», nos repite Alejo;

fertilidad por doquier y buscan gringo,

grandeza propia y buscan vikingo.

 

La abstracción no es horrible,

la exploración es sublime,

pero esta se antoja insípida,

sin alma ni vida.

 

Mis más sinceras disculpas,

a los fanáticos del viernes a las 12,

a los seguidores de la farándula,

pero el asqueo es por reflejo

y este por pensamiento;

aunque excepciones las habrá,

mi refugio siempre será

algo más personal,

de más humanidad.

 

La reflexión lleva al hastío, de esa ciencia ficción

(suya hasta en traducción).

Es un mercado más, por falta de identidad,

una salida más, por falta de comunidad,

entramado hubbardiano de control,

secta sin nombre, pero igual:

a pagar y tragar explosiones estridentes

para escapar por escapar para volar…

sobre lodo.