Por encima de la ciudad se extiende una tormenta,

el viento es frío, pero la ciudad no se ha abrigado,

el sol no ha salido, pero la ciudad sigue en marcha.

Y a pesar de la tormenta, de los grises nubarrones,

de los idílicos y fríos monzones.

A pesar de todo, la ciudad sigue su curso.

En cualquiera que se moleste en detenerse a observar,

surge un sentimiento de familiaridad desentrañada,

de nostalgia violeta y desesperación desmarañada.

 

¡No os detengáis!

¡Seguid ya con vuestras rutas, vuestras citas, vuestras vidas!

Que la tormenta que se avecina me acecha sólo a mí,

y a mi mente desdichada…

¡No es locura! ¡No es pasión!

¡Es que añoro los días soleados, iluminados por tu amor!