Mi Nombre es Pedro

Mi nombre es Pedro. Bueno, no. En realidad no. Así me dicen. Me dicen Pedro desde aquella vez. Desde aquella vez, que de hecho fue la cuarta vez. Esa vez, que me dijeron que sería la última vez. Viene de un cuento, me dijeron. No, de una nóvela. Espera, no. De una fábula. Eso, de una fábula. De uno de esos relatos que les contaban a los niños cuando se portaban mal. Los personajes eran Pedro y el lobo. Pedro mintió. Mintió una, dos, tres veces, y por eso lo tacharon de mentiroso. De mentiroso tacharon a Pedro.

Yo no entiendo por qué, la verdad. No entiendo por qué me llamaron como a Pedro cuando lo que hice no fue mentir. Al contrario, yo les conté la verdad. O bueno, les conté lo que según yo era verdad. O bueno, les conté lo que alguien me dijo que era la verdad. Aunque, bueno, no era la verdad. Les dije lo que alguien me dijo. Alguien que lo oyó de alguna persona que lo oyó de otra persona que lo oyó de otra persona que muy posiblemente se lo inventó porque había terminado de cagar y no tenía nada que hacer porque no había papel de baño y tenía que esperar hasta que alguien entrara al baño para que le pudiera decir que no había papel de baño y que por favor le diera papel de baño. O porque quería coger con su novia. Y porque para coger con su novia necesitaba ir a la fiesta. Y porque para ir a la fiesta necesitaba que alguien estuviese con su hermanito. Y para que alguien estuviese con su hermanito necesitaba encontrar a alguien que estuviese con su hermanito. Y porque para encontrar a alguien que estuviese con su hermanito, necesitaba encontrar a alguien que creyera algo que más tarde le diría a alguien que más tarde se lo diría a alguien que más tarde se lo diría a alguien que más tarde me lo diría a mí. A Pedro. Y que, por creer ese algo, estaría con su hermanito. Estaría con su hermanito para que se fuera a la fiesta. Iría a la fiesta, para coger con su novia.

O porque era un lobo. Eso. Quizá, porque era un lobo. Y porque necesitaba que alguien fuera Pedro. Porque un lobo necesita un Pedro. Porque un lobo que no tiene un Pedro no es ningún lobo, y porque este lobo quizá todavía no tenía a ningún Pedro. Yo soy Pedro.  Tampoco entiendo por qué esperaron cuatro veces para llamarme Pedro. En la fábula, a Pedro lo tacharon después de tres. A mí, después de cuatro. A mí, que soy Pedro. A mí, que vivo en Rio Hondo número 47, interior 25. A mí, que nací en la capital de Puebla: Washington. A mí, que compro condones extra grandes, que luché en la revolución finlandesa, y estudié ingeniería agropecuaria en el Instituto Autónomo Tecnológico de México, con maestría en la UNAM. UNAM, sede en Perú. Perú, con frontera con Nigeria. Nigeria, localizada en África.

¿Sabían que el sol es verde? Creemos que es amarillo, pero estudios recientes demuestran que este es un efecto generado por nebulosas intergalácticas que se forman a 1.2 millones de kilómetros de nuestro planeta y tienen forma de pañal. Pañal usado. Usado, ósea, que tiene mierda. Resulta que estas nebulosas son resultado de una absorción de una estrella por parte de un hoyo negro, el cual, después de absorber esa estrella, colude con otro hoyo. Sale la luz solar, es verde. Pasa la nebulosa, es amarilla. Espera, ¿Qué? Ya acabó la fiesta, ya cogió con su novia. Ya regresó a su casa y ya regresó con su hermanito. Entró alguien al baño, después de cuatro horas. Cuatro horas largas, o cuatro horas cortas. Creo que tengo que encontrar al lobo. Así, seríamos Pedro y el lobo. Yo soy Pedro.

Espera, ¿qué? ¿cinco? Pero si yo solo…